Pablo Picasso

Le Peintre au travail
Nombre Le Peintre au travail
Año 1964
Técnica Gouache y tinta china sobre papel
Dimensiones 97 ×72,5 cm

Le Peintre au travail

Pablo Ruiz Picasso (Málaga, 1881-Mougins, Francia, 1973) es, sin duda, el creador más influyente del siglo XX. Sus inicios están marcados por las corrientes artísticas dominantes a finales del XIX, el simbolismo y el modernismo, y por pintores como Degas o Toulouse- Lautrec. Dentro de ese espíritu, pero ya con una personalidad propia, hay que situar los conocidos como periodos Azul y Rosa. 

Sin embargo, la figura de Picasso, junto con la de George Braque, está indisolublemente unida a uno de los procesos de cambio más importantes del arte contemporáneo: el cubismo. Hacia 1907, a partir de estímulos tan diversos como la obra de Cézanne, la escultura ibérica o las máscaras africanas, Picasso pinta las Señoritas de Avignon, donde ya anuncia la ruptura que se confirmará hacia 1910. El cubismo cuestiona la forma de representación espacial que había permanecido casi invariable durante más de cuatro siglos. Esta primera fase da paso hacia 1912 al cubismo sintético, en el que Picasso y Braque reducen las referencias al mundo físico y se sitúan al borde de la abstracción. La obra de arte pasa de ser una representación de la realidad para convertirse en un objeto autónomo, con entidad propia. 

Dotado de una prodigiosa vitalidad creativa, Picasso  trabajó hasta el final de su vida. Aunque el cubismo siguió presente en su obra, atravesó periodos clasicistas, donde rindió homenaje a pintores como Goya, El Greco o Velázquez.. Le peintre au travail es un lienzo de su última etapa, en la que las referencias a obras clásicas y la reflexión sobre su oficio de artista o la relación del pintor con el modelo son constantes. Con un trazo libre y esquemático, representa a un pintor que puede ser el propio Picasso o un homenaje a Rembrandt, a quien Picasso siempre admiró.

El espejo del artista

Pablo Picasso fue pintor, escultor, ceramista, grabador, dibujante. Su actividad creadora se extendió a lo largo de setenta y cinco años. Su catálogo razonado incluye cerca de dieciséis mil obras, aunque algunos investigadores consideran que su producción supera las cuarenta y cinco mil piezas. La proclamación de Picasso como figura cumbre del arte moderno, como héroe cultural, es un velo que se extiende sobre la totalidad de su prolífica trayectoria, sin duda asombrosa, pero que en ocasiones impide hacer un análisis certero de su creatividad. Picasso encarna probablemente mejor que nadie el mito del artista-genio, trasladado desde el Renacimiento hasta la modernidad, un mito que él mismo interiorizó y exorcizó en su trabajo; una mitología (o mitomanía) especialmente patente en sus múltiples autorretratos.

Podemos tratar de definir la obra de Picasso en su esencia: toda su producción se desarrolla a partir de la línea, del dibujo; su maestría en este campo se muestra en todo su esplendor, y en tiempo real, en la película documental dirigida por Henri-Georges Clouzot en 1956, Le mystère Picasso. Sus incontables obras abordan temas y motivos recurrentes: el pintor, la mujer como modelo, la tauromaquia, figuras mitológicas, bañistas, bodegones, retratos y autorretratos. Pese a ser un artista experimental, responsable de la gestación de varios movimientos de vanguardia, Picasso fue ante todo un renovador de la tradición. Su sólida formación académica y un profundo conocimiento de los grandes maestros de la pintura tuvieron un peso decisivo en su obra. Creador del cubismo, el movimiento de vanguardia más radical, fue también director del Museo del Prado, un templo de inspiración al que regresaba constantemente. 

A lo largo de sus etapas creativas —los períodos azul, rosa y negro, cubismo, clasicismo, surrealismo y expresionismo—, Picasso reflexionó sobre dos grandes cuestiones: el arte y el ser. De ahí que podamos analizar su trayectoria estudiando únicamente sus autorretratos, explícitos u ocultos a través de figuras metafóricas. Picasso pinta su primer autorretrato en 1896, con quince años, y el último con noventa años, en 1972. El autorretrato es un género transversal en la obra de Picasso, más allá de medios (se representa sobre lienzo, papel, cerámica, incluso a través de la fotografía y el cine) y estilos (modernista, primitivista, cubista, clasicista o expresionista). Precisamente por ello, Picasso trasciende los límites de un género clásico como el autorretrato para sublimar un concepto clave en el arte: la autorrepresentación, o el artista como metáfora, de ahí que encontremos muchos autorretratos diluidos en figuras mitológicas, literarias o referentes artísticos (el minotauro, el amante, el pintor).

En los últimos años de su vida, Picasso abordó la representación del pintor y su modelo, o del pintor en su taller, de manera obsesiva. Desde 1963 surgen centenares de estudios y pinturas sobre un viejo tema, una absoluta asimilación de su trayectoria vital con el oficio artístico, un ejercicio de autoafirmación a través del yo creador. Le peintre au travail reproduce una composición tradicional: el autorretrato del pintor en primer plano, de perfil, con el caballete de espaldas al espectador. Su sombrero hace referencia a dos maestros fundamentales que también se pintaron de esa guisa: Rembrandt y Goya. Con este cuadro tardío, Picasso rinde tributo a la tradición en mayúsculas, se sitúa como artista en la línea sucesoria de la genialidad de los grandes maestros y renueva los códigos canónicos de la pintura gracias a su inigualable capacidad de pintar con el pensamiento, más que con la visión.

El último Picasso

En 1955, Pablo Picasso adquirió la villa La Californie, una gran residencia burguesa construida en las colinas que dominan Cannes, y montó su estudio en el piso superior. Durante los años siguientes, pintó numerosas escenas de taller, representando su espacio de trabajo, el centro de su capacidad creadora. Podría decirse que, durante los últimos veinte años de su vida, Picasso pinta la pintura. Además de realizar extensas series de variaciones basándose en célebres obras de la historia del arte, como Las mujeres de Argel de Delacroix, Las Meninas de Velázquez, Le déjeuner sur l’herbe de Manet o La bacanal de Poussin, Picasso se concentra en la representación de su esfera íntima y retoma una y otra vez el tema del pintor y su modelo. En ese doble ejercicio de reinterpretación de los clásicos à la Picasso y reafirmación del yo creador a través del autorretrato en el taller, el artista reflexiona sobre su papel y su posible legado. «¿Qué hará la pintura cuando ya no esté aquí? ¡Tendrá que pasarme por encima del cuerpo! No podría pasar al lado, ¿no?», le dijo Picasso al crítico Pierre Cabanne. 

Pese al retorno a los clásicos y la revisión de su propia obra y sus motivos recurrentes, Picasso mantiene intacto su espíritu vanguardista y logra generar en su madurez una nueva revolución estética y formal. 

En su libro On Late Style, Edward Said hace una pregunta pertinente: «¿Por qué no considerar el estilo tardío en el arte como una forma no de armonía y apaciguamiento, sino, por el contrario, de intransigencia, dificultad y conflicto por resolver?». Picasso parece confrontar su vejez con una vitalidad desbocada en su pintura. Su obra de las últimas dos décadas tiene todas las características del estilo tardío, según la definición de Said: la tendencia a la simplificación, la concentración en lo esencial, una total libertad con respecto a la forma y el estilo, un retorno a la inmediatez de la infancia, cierta frescura y una fuerte carga erótica. Presentándose a sí mismo como un artista eternamente joven y vigoroso, todavía capaz de renovar la pintura y satisfacer a sus amantes, Picasso afirma a través del arte su voluntad de sobrevivir.

Picasso, un artista de avanzada edad y enorme celebridad, aunque retirado de la vida pública, desarrolló una posición muy discrepante respecto al arte de su tiempo, en pleno proceso de cambio. De hecho, la crítica de ese período, dominado por la abstracción, el arte conceptual y el dogma formalista, no supo apreciar la expresividad bruta y la desinhibición de esta última etapa picassiana. Una etapa asombrosamente fértil: 347 grabados entre marzo y octubre de 1968; 167 pinturas entre enero de 1969 y enero de 1970; 194 dibujos entre diciembre de 1969 y enero de 1971; 201 pinturas entre septiembre de 1970 y junio de 1972. De los veintitrés volúmenes del catálogo razonado de Christian Zervos, trece se dedican a los últimos veinte años de vida de Picasso

La actividad febril de los últimos años, probablemente ligada a una importante exposición de su obra en el Palais des Papes de Aviñón en 1970, parece responder a la urgencia de un artista consciente del poco tiempo que le queda. «Tengo cada vez menos tiempo y más y más que decir», afirma al año siguiente, poco antes de morir.